viernes, 16 de diciembre de 2011

"Nuestros shows son a matar o morir"

Nota publicada en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página 12.


Durante los meses posteriores al incendio de República Cromañón se observaba un paisaje desolador en el under del rock local: había comenzado una larga persecución a todo lo que tuviera que ver con la música y los bares para recitales cerraron abruptamente. Sus dueños tuvieron que pagar un precio alto y las bandas que empezaban debieron confinarse en sus casas. Eran pocos los sitios que continuaban en pie y acceder a ellos significaba, en muchos casos, invertir y perder buena cantidad de dinero. Pero a los integrantes de Fútbol, que ya tenían un disco editado, se les ocurrió una idea: tomar algún espacio en una radio y así tocar asiduamente. Consiguieron uno de quince minutos en FM La Tribu, los lunes a las 11, entre el informativo y el magazine del mediodía. Lo bautizaron Fútbol en vivo y consistía en tocar durante ese tiempo todo lo que se pudiera, pero también llevar grupos nuevos y hacer un poco de ruido entre tanto silencio.


Quizá fueron esos tiempos los que determinaron el zigzagueante devenir musical de la banda, que había comenzado con Elige tu propia aventura (2003) y Más bambino que nunca (2005), dos discos psicodélicos, instrumentales, menos intensos que los que vendrían luego. “Cuando empezamos, no teníamos idea de lo que queríamos hacer. El primer disco lo hicimos con menos experiencia y conocimiento, pero con más ganas”, cuenta Juan Pablo Gambarini, el guitarrista del trío. El grupo se completa con Santiago Douton, que toca la batería y canta, y Federico Terranova, que hace lo suyo con el violín y que además es integrante de la Orquesta Típica Fernández Fierro y de la banda que acompaña a Alejandro Medina, el ex Aeroblus. “En nuestros primeros recitales, por lo general, poníamos un disco y tocábamos arriba. Nunca podíamos terminar un tema o nos perdíamos en el medio. Sonábamos muy mal, éramos un desastre. Pero después limpiamos algunas cosas, nos fuimos perfeccionando y quedó lo que es ahora”, memora Terranova.


Y ahora Fútbol es un power trío barrial, hijo dilecto de la primigenia casta rockera, encabezada por Manal y Color Humano, pero algo inclasificable, según lo que se oye en La gallina, su flamante cuarto disco, grabado en vivo en el mítico estudio Ion y que tendrá presentación mañana a las 22 en el Centro Cultural Zaguán Al Sur (Moreno 2320, junto a El Perrodiablo, Cuco y Enlace). “Quisimos empezar por lo difícil y no nos salió. Entonces dijimos ‘hagamos punk rock’ (risas). Igual yo creo que la música tiene que ser punk, heavy o música copada. La copada no nos salió y fuimos por el lado más punk”, subraya Terranova. La gallina, que contó con la participación de Sergio Rotman y Ariel Minimal, es un cóctel explosivo de veinte minutos a un ritmo demoledor, sin lugar para el silencio entre tema y tema y con el corazón entre las manos.






–¿Grabar el disco en vivo en el estudio era una excusa para mostrar lo que es un recital de la banda?


Juan Pablo Gambarini: –Sí, por supuesto. Pudimos expresar lo que es Fútbol en vivo. Me parece que está mejor grabar así, responde a lo que es el trío. En lo simple está lo bueno. Fútbol es un grupo atípico: un trío de guitarra, batería y violín y en el que canta el baterista. Hacer sonar eso de manera violenta es mucho más creativo. En este disco hay mucho aporte de los tres, es un avance enorme en lo que es un grupo. Santiago se lució a la hora de cantar, de expresar un montón de cosas con las letras, y supo interpretar ideas que teníamos los tres. Federico se lució en la ejecución y todos aportamos un granito de arena que hizo al trío más integrado. Estamos los tres tocando en tiempo real. En Papa se va a Japón, nuestro disco anterior, yo grababa una parte de guitarra y si no nos gustaba, eso lo tocaba de vuelta. Ahora es “1, 2, 3, 4” y arranca el tema. Eso requiere de meses de ensayo y trabajo. Por eso tardamos casi tres años en grabar.


Santiago Douton: –En La gallina es la primera vez que todas las canciones de un disco nuestro tienen letras. No hay metáforas atrás de ellas. La mayoría son descriptivas, hablan de lugares propios de la Argentina, pero también hay referencias históricas y que eran cosas que tenía ganas de contar. Hay referencias a lugares como Paso de los Libres, Río Colorado, en un punto son casi folklóricas.


Federico Terranova: –Con el disco vamos hacia algo más primario. Creo que es el mejor camino, porque empezamos sonando de una manera y después fuimos puliendo y encontramos el rumbo. En los dos primeros discos metimos muchos instrumentos, tocaron otros músicos como invitados. Y para La gallina decidimos que lo mejor era tocar así.


–¿Era una deuda pendiente, entonces?


J. P. G: –Sí, creo que nos sentimos cómodos grabando así. Sabíamos que lo podíamos hacer, lo sentíamos. Antes, nosotros buscábamos la perfección en el disco. Ahora, lo que tratamos de buscar y plasmar en las canciones es la onda, la relación musical que hay entre los tres. Ya sea en un acorde, en un riff de guitarra o en un solo de violín, queríamos que se notara la onda entre los tres, la química que hay entre nosotros. Me pasa cuando escucho algunas bandas, como Manal, los Rolling Stones o Ramones, bandas de las que somos fanáticos, en las que vemos que hay onda entre los integrantes y se nota en la música que hacen.


–¿Y cómo le explicarían a alguien que nunca los vio en vivo cómo son los recitales de Fútbol?


J. P. G.: –Como dijo Bonavena, te sacan el banquito y estás vos solo en el ring. En vivo tenés que tocar y lanzarte a los problemas, defectos y pelar todo el tiempo. Ahí es donde te entrenás, ensayás, y eso es lo más divertido, el momento cúlmine. Para nosotros, tocar en vivo es lo más parecido a la felicidad. Son cuarenta minutos de abstraerte de la realidad, de estar ahí, dejar todo, poniendo la energía. Compartimos ese criterio con muchos de los grupos con los que venimos tocando, como El Perrodiablo, por ejemplo. Un recital es a matar o morir. Arriba del escenario hay pura garra y energía.


–Fútbol nació unos meses antes de lo sucedido en República Cromañón, en parte fueron testigos de su crecimiento como grupo y de la recuperación del under porteño. ¿Cómo ven hoy lo que pasa con los grupos nuevos?


J. P. G.: –Formamos parte del under y tenemos buena onda con varias bandas. Nosotros empezamos a tocar apenas sucedió lo de Cromañón y en esa época no había nada. Los lunes a la mañana tocábamos en FM La Tribu para que hubiera un poco de rock en algún lado. Tocábamos nosotros o invitábamos a una banda para que tocara en vivo. Luego apareció el Zaguán Al Sur, y ahí se desarrolló una escena “zaguanera”. Y una de las primeras fechas rockeras de ahí fuimos nosotros, entonces vimos crecer a varias bandas. Ya había algunas que estaban consolidadas, como Pez, pero no es que nosotros inventamos nada, sólo que gracias a Zaguán Al Sur aparecieron varios grupos, muchos pibes que querían tocar.


F. T.: –Creo que hay algo así como una escena. Existen un montón de bandas muy buenas en el under. Hay entre cinco y diez bandas con las que tocamos hace ya un tiempo y se viene generando algo importante, no sólo por los grupos, sino también por el público. A nuestros primeros recitales no venía nadie y ahora vemos un montón de gente. Muchas bandas mueven bastante gente en La Plata, en el conurbano y acá, en Capital. Se está viviendo algo copado con la buena onda que generan los grupos en la gente. Salgo todos los fines de semana y prefiero ver a una banda nueva que me llena mucho más que un grupo de afuera. Y a la gente que dice que el under no está bueno, le digo que salga. ¡Vívanlo! Porque yo y mucha gente como yo lo estamos viviendo y lo estamos disfrutando. El under de hoy es tan copado como el de los principios de los ’90. Por eso vale la pena disfrutarlo.


Crédito fotográfico: Bernardino Ávila

lunes, 5 de diciembre de 2011

Otra fiesta de la militancia ricotera

Publicado hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página /12

Tandil se ha transformado en un bastión de la resistencia ricotera: un lugar perfecto para la peregrinación de los fieles por todo el país. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota habían hecho de la ciudad su patria chica, y el Indio Solari con sus Fundamentalistas del Aire Acondicionado llegaron para confirmar el romance.

Solari llegó nuevamente (ya había tocado en noviembre del año pasado) para seguir presentado su tercer disco solista, El perfume de la tempestad, una obra oscura, redonda y mucho más pesada en cuanto a lírica y sonido. Pero que, definitivamente, entrega un puñado de himnos para recitales: “A los botes”, “Satelital” y “Ceremonia durante la tormenta”, de los que el público se apropió como grandes y viejas gemas de Los Redondos. Fueron 80 mil personas las que coparon el Hipódromo Municipal de Tandil.

La multitud emprende viajes a cualquier sitio para ir a ver a su líder, paraPacompañarlo y mostrarle un cariño de años. En Tandil se percibía cierta militancia (una bandera desplegada en el campo dice: “Militancia ricotera”). En entrevistas previas al recital, Solari dejó en claro que no se iban a vender más de ochenta mil entradas. Un número considerable si se tiene en cuenta que, como él mismo insiste, todo se construye desde la periferia y lejos del circuito oficial. Pero, como su público, todo tiene que ver con la eterna militancia en ese concepto denominado “cultura rock”.

La consigna “Esta fiesta sin bengalas” y una foto de Walter Bulacio se proyectaban permanentemente en las pantallas de todo el predio. Y empezó un recital plagado de guiños a la producción solista del artista nacido en Entre Ríos. Los primeros versos ricoteros fueron “Superlógico” y “Fusilados por la cruz roja”, dos bastante añejos, pero interpretados con una dedicación y ensayo de casi dos meses. La voz se escuchó lejana y, a 50 minutos de iniciado el show, el Indio decidió parar: “Vamos a descansar unos minutos porque me parece que no llego al final”. Todos se rieron, parecía un chiste, pero fue un problema subsanado paso a paso, canción a canción, mediante la ayuda de los coros de sus guitarristas Baltasar Comotto, Gaspar Banegas y la corista Deborah Dixon.

“Quiero dedicarle este recital a mi hijo Bruno, hoy es su cumpleaños”, se permitió brindar Solari, en la primera mención que hizo de su hijo en un recital. Allí llegaron “El tesoro de los inocentes”, y el tándem inoxidable “Nadie es perfecto” y “Ñam fi fruli fali fru”. Tampoco el ex cantante de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota había presentado en vivo a los miembros de su banda. Nunca había mencionado, al menos sobre un escenario, el nombre de cada uno de ellos. Hasta el sábado.

Es que estaban haciendo un muy buen recital. Sobre todo Baltasar Comotto, un gran guitarrista de rock (que también forma parte de la banda de Luis Alberto Spinetta) encargado de algunos solos y de ponerse el equipo al hombro. Junto a Gaspar Banegas (“el guitarrista cool de la banda”, lo presentó Solari), conforman un dúo de guitarristas sólido, salvaje y exquisito a la vez dentro de un grupo que suena ajustado, sin un solo error y con largas horas de ensayo.

No faltó el tridente más esperado por todos: “Un ángel para tu soledad”, “Juguetes perdidos” y “Jijiji”. Esas canciones que mueven montañas y hacen “temblar ciudades”, como repitió el Indio ya sobre el final y con muchos corriendo hacia la terminal de ómnibus. “Por esto vinimos a Tandil”, gritaba un fanático. Y es cierto. Ahora habrá que esperar a noviembre o diciembre de 2012 para nuevas noticias desde Luzbola